En General Rodríguez se presentó un proyecto de ordenanza para que las empresas inviten a sus empleados a ejercitarse

El jueves 8 de octubre el Concejo Deliberante de General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, tratará un proyecto de ordenanza para que las empresas inviten a sus empleados a hacer actividad física. La iniciativa fue presentada por Arianna Bertossi Silva, y está basada en su tesis de maestría que muestra los beneficios del deporte en el ámbito laboral.

“Hace 25 años hago running de forma amateur y hace 10 que doy clases de Spinning. Abrí un gimnasio hace más de 7 años y tuve que cerrarlo por la pandemia. Trabajé en empresas privadas y en el Municipio, y vi que los certificados médicos se recibían y no se hacía nada para prevenir enfermedades que, a través del deporte, se podían evitar”, dice Bertossi Silva.

Arianna es licenciada en Administración, tiene una maestría en Gestión Empresarial por la Universidad Nacional de Luján y es especialista en Deporte y Actividad Física en las Organizaciones. “El proyecto que presenté es un breve resumen del contenido de mi tesis de maestría, y cuenta con sustento científico para fundamentar la propuesta”, añade.

“Esta iniciativa -prosigue- solamente invita a que se haga actividad física en las empresas, no hice mención sobre mi propuesta profesional porque cada organización verá cómo aplicar esta propuesta en función del tipo de trabajo que hace, las edades de los empleados, el lugar que tengan para implementarla o si tienen que contratar un espacio ajeno”.

“Con esta propuesta apunto a mejorar la productividad en las compañías, porque si las personas no se enferman, son mejor tratadas y valoradas. En una ocasión, a un supervisor le dimos una encuesta para responder sobre dos grupos de empleados, uno que se mantenía activo y otro no. En el primer grupo, la productividad era mayor al 50%”, cuenta.

“Los médicos con los que hablé –continúa- no tenían conocimiento de un plan de acción en el ámbito público o privado que pudiera prevenir enfermedades laborales. Mi intención es generar bienestar físico y emocional a los empleados y darles valor a las empresas. Varios de los empresarios encuestados en mi tesis no sabían del beneficio del ejercicio en el trabajo”.

“Tengo la expectativa de que este proyecto sea aprobado. Ojalá los políticos estén a la altura de las circunstancias. Es muy contundente la información que doy en mi propuesta. El intendente Mauro García anteriormente tomó iniciativas en otras áreas del deporte para su fomento, así que sería una oportunidad increíble para todos si se aprueba ésta”, concluye.

Planificar antes de comenzar a trabajar

El paso más importante para cuidar nuestros activos -dinero, tiempo y energías- es pensar antes de activar el piloto automático con el que solemos funcionar a diario. Por más dinero, capacidades, contactos o experiencia que acumulemos, todos tenemos un recurso limitado: el tiempo. Éste escapa completamente de nuestro control y por más esfuerzos que hagamos, nuestros días siempre tendrán la misma cantidad de horas. Sin intenciones de entrar en debates de tinte económico o político, se puede afirmar que en Latinoamérica se está viviendo en un contexto de crisis y, por lo tanto, hacer una gestión inteligente de todos nuestros recursos no es deseable sino completamente necesario. En la entrega anterior de la revista -no te la pierdas- definíamos a la productividad personal como el arte de "hacer más cosas con menos recursos". En esta edición, el foco estará puesto en esas "cosas" y en el cuidado extremo de esos "recursos". Cuando termines de leer este artículo vas a tener una nueva mirada sobre cómo llevar a cabo las tareas diarias. El paso más importante para cuidar nuestros activos (dinero, tiempo y energías) es pensar antes de actuar, planificar antes de comenzar a trabajar en piloto automático.  El grandioso autor y emprendedor Tim Ferriss sostiene que "lo que hacés es más importante que cómo lo hacés. Hacer algo bien no lo convierte en importante". Entonces, ¿por qué es importante planificar antes de actuar? Porque podés estar trabajando todo el día sin parar y sin embargo no haber avanzado en las cosas importantes que tenías que hacer. Es decir que trabajaste por trabajar, que trabajaste sin sentido ni dirección... que te mantuviste ocupado pero no productivo. Ahora bien, ¿cómo saber a qué tareas prestarle más atención o a cuáles destinarle más recursos? La respuesta nos la dio un italiano llamado Vilfredo Pareto que, hace más de un siglo, dijo que en muchas situaciones, aproximadamente el 80% de los efectos provienen del 20% de las causas. Lo que alguna vez este señor aplicó a la división económica en la sociedad italiana, hoy podés aplicarlo para aumentar tanto tu productividad personal como también la laboral. Pongamos a prueba el principio de Pareto en las siguientes cuatro situaciones.
  1. Encontrar a tus clientes ideales: El 20% de tus clientes te da el 80% de tu facturación. Poné atención entonces a cuidar a estos pocos clientes y destiná el resto de tus recursos a buscar más clientes como esos del 20%.
  2. Mejorar la retención y fidelización de tus clientes: El 80% de las quejas de nuestros clientes proviene del 20% de las funcionalidades de tu producto o servicio. Detectá cuáles son estas causas e intentá corregirlas lo antes posible. Al eliminar esos reclamos, liberamos los recursos que estábamos destinando al soporte y podemos poner el foco en conseguir más de esos clientes ideales del punto anterior.
  3. Encontrar las redes sociales más eficientes para tu negocio: El consejo popular es "tu negocio tiene que estar en todos lados", pero lo cierto es que el 20% de tus redes sociales te va a dar el 80% de la interacción o ventas. Lo más sabio sería destinar tus recursos a aprender y perfeccionar tu comunicación en las redes en las que tenés mejor "enganche" con tus clientes. Es mejor tener una presencia excelente en pocas redes a tener una presencia mediocre o pobre en muchas.
  4. Llevar tu productividad personal a las nubes: El 20% de las tareas que hacés te da el 80% de los resultados positivos. Entonces tenés que enfocar tu atención a esas pocas tareas que crean el mayor impacto. Esto te va a hacer ahorrar enormes cantidades de tiempo y vas a poder poner el foco de tus recursos en esas tareas específicas. El 80% de tu satisfacción y felicidad también vienen del 20% de las cosas que hacés día a día.
Vale la pena aclarar que no siempre la relación es 80/20 sino que lo que se mantiene es la disparidad "mucho/poco", incluso llegando a 99/1 en algunos casos. Muy probablemente alguna vez en tu vida te habrás enfrentado al consejo de "trabajá más duro" o "dedicale más tiempo". Ahora sabés que en lugar de trabajar de manera bestial existe otro camino: pausar, pensar y actuar de manera inteligente. No por nada el principio de Pareto recibe también el nombre de "mínimo esfuerzo y máximo impacto". Mucho se ha escrito sobre el principio 80/20 y el autor británico Richard Koch, en el primero de sus dos libros dedicados al tema, resumió de manera genial el beneficio de aplicarlo a tu vida personal y laboral: "El principio permite a cualquiera obtener resultados extraordinarios sin un esfuerzo extraordinario". Con esta nueva herramienta, te desafío a lo siguiente: tomá nota de las tareas que tenés que hacer y pensá en el impacto que tendrán en tu vida personal y laboral. Mirá cada una de esas actividades y cuestioná si de verdad son importantes, sin miedo de eliminar aquellas que no lo sean o que no te muevan en la dirección de tus objetivos. ¿Tenés la lista? ¡Ahora sí podés "trabajar duro"! Gracias a lo expuesto, podemos redefinir entonces a la productividad personal como el arte de "hacer más cosas importantes con menos recursos". Antes de pasar de página hacete la siguiente pregunta e intentá contestarla de manera sincera: ¿Estoy siendo productivo o me estoy manteniendo ocupado?

Hazte imprescindible en tu trabajo

Para lograrlo debes obsesionarte por aportar más valor a tu empresa y por hacer cosas que una máquina no puede hacer. Así podrás reinventarte a ti y a tu puesto de trabajo. “Nuestra posibilidad de triunfar o fracasar, perdurar o desaparecer, depende más de lo que hacemos nosotros mismos que de lo que el mundo nos hace” Jim Collins   ¿Eres imprescindible en tu trabajo o en tu empresa? Si has contestado que “nadie es imprescindible”, está bien, estoy de acuerdo contigo, pero algunas personas son fácilmente prescindibles y otras muy difícilmente prescindibles en una organización. ¿Tú de cuál de ellas eres?   Antes de contestar a esta pregunta, te invito a que reflexiones sobre algunas cuestiones haciéndote algunas preguntas previas. La primera de estas preguntas es: ¿aporta realmente valor tu trabajo a la empresa? La mayoría de nosotros contestaremos que sí, ya que si no fuera así, nuestro puesto seguramente habría desaparecido hace tiempo. Valor aportado versus costo laboral Pero preguntémonos qué pasaría si dejáramos de ir a trabajar durante tres meses. ¿Podría seguir funcionando sin nosotros la empresa? Si la respuesta es que sí que seguiría funcionando simplemente con algunos pequeños ajustes organizativos, con una redistribución de funciones entre el resto de trabajadores o cediendo parte del trabajo a los clientes. Entonces, seguramente somos bastante prescindibles en nuestra empresa. ¿Qué pasaría si un camarero no fuera a trabajar? Los clientes irían a la barra a hacer el pedido, recogerlo, llevarlo a la mesa y luego limpiarían la mesa, una vez terminan de comer. Esto ya ocurre en muchos restaurantes, especialmente de comida rápida. ¿Qué pasaría si la persona que pone la gasolina en una estación de servicio no fuera a trabajar? Los propios clientes tendrían que ponerse la gasolina, habría guantes desechables para que no se ensuciasen las manos y luego irían hasta la caja a pagar. Esto ya ocurre en la mayoría de gasolineras de España. Imagínate un club de fitness en el que en hora punta hay dos instructores en sala o dos personas atendiendo en recepción. ¿Qué pasaría si una de esas personas dejara de ir a trabajar? Seguramente, su compañero tendría que trabajar un poco más, estar más atento y mejorar procesos para ser más eficiente. Si haciendo esto, el servicio al cliente no se ve deteriorado sustancialmente, significa que esa persona es fácilmente prescindible. Este tipo de ajuste ya se ha hecho en muchos gimnasios como respuesta a la coyuntura actual.   Por lo tanto, este primer aspecto, tiene que ver con el valor real que el puesto de trabajo aporta a la empresa. Dicho en otras palabras, podríamos preguntarnos si el valor que aportamos es superior al costo que generamos a la empresa. El rol de la tecnología En segundo lugar, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿puede, en la actualidad o en el futuro, hacer mi trabajo una máquina? El fenómeno que ocurrió en la revolución industrial, cuando la máquina sustituyo al hombre en muchos puestos de trabajo, lleva ya años ocurriendo en el sector de servicios. Hay muchos ejemplos actuales, como la gestión de operaciones bancarias, dónde los cajeros automáticos e internet han sustituido a la atención personal. La compra por internet, tanto de productos como de servicios (cine, teatro, seguros, ropa, comida, etc), es otro ejemplo. Pero hay muchos más: metros que funcionan sin conductor, semáforos que regulan el tráfico sin necesidad de policías, aparcamientos totalmente automatizados, auto check-in para vuelos por internet, porteros automáticos en los edificios que han sustituido a los porteros humanos, máquinas de vending para compra de pequeños productos y un sinfín de ejemplos más que ya han sucedido o que van a suceder en el futuro gracias a la rápida evolución de la tecnología. Vivimos en una época en la que existen máquinas para casi todo y en la que ya se han desarrollado robots que imitan perfectamente el movimiento del ser humano. No debería sorprendernos que parte de esta tecnología entre de forma acelerada en los clubes de fitness y cambie muchos procesos que hoy en día dependen de personas. ¿Por qué las máquinas están sustituyendo a las personas? Porque la tecnología permite ceder protagonismo al cliente y hace que éste se involucre, lo que tiene un efecto positivo sobre su nivel de satisfacción y su fidelización. Además, la tecnología supone un ahorro importantísimo de costos en comparación con las personas, y este ahorro es fundamental en un mercado en el que la competencia es abundante y en el que hay una reducción de los márgenes de beneficio. Y por último, las personas somos muy cambiantes, tenemos un día bueno, otro no tan bueno, otro estamos de mal humor, otro cansados. Una máquina en cambio, mientras no se estropee, está siempre igual y ofrece todos los días un mismo nivel de servicio. A esto se le llama “consistencia en el servicio”, y éste es uno de los aspectos más importantes para cualquier empresa que quiera alcanzar la satisfacción de sus clientes. ¿Qué podemos hacer? Visto todo esto, la siguiente pregunta es: ¿qué puedes hacer para ser realmente imprescindible en tu trabajo? La respuesta tiene que ver con dar solución a las dos cuestiones previas. Por un lado, asegurarte de que aportas un gran valor a la empresa o dicho de otra manera, que generas mucho más valor de lo que cuestas. Para mejorar en este aspecto tienes muchas opciones: crea nuevas funciones en tu puesto, asume más responsabilidades, ofrécete a la empresa para nuevos proyectos, se creativo y aporta ideas, colabora con otros departamentos, ten flexibilidad en tu horario y en tus funciones cuando sea necesario, optimiza los procesos y tu tiempo para ser más eficiente, exígete el máximo en todo lo que haces, vigila los pequeños detalles, ten siempre una sonrisa y una actitud positiva, estate siempre disponible… En definitiva, busca estrategias para auto motivarte y auto exigirte cada día, ya que esa es una responsabilidad solo tuya, y preocúpate de reinventar tu puesto de trabajo para tener más funciones y de más valor, porque nadie va a hacer eso por ti. ¿Qué más puedes hacer? Obsesionarte en diferenciarte de las máquinas y hacer cosas que ellas no puedan hacer. Para profundizar en este tema, creo que nos puede ayudar utilizar el ejemplo del fitness virtual, que ya es una realidad en muchos gimnasios. Hoy en día una máquina puede dar una muy buena clase, por ejemplo, de cycling, bien presentada, bien programada, con buena música, buena imagen, divertida y motivante. Y además, siempre igual de buena y mucho más económica que la que da un instructor. Frente a esto, la única forma de que el instructor sea imprescindible es que imparta la clase de una manera que aporte más valor que la máquina, es decir, que se diferencie de ella. Y no es suficiente con que aporte un poco más de valor. Tiene que aportar mucho más valor, porque la diferencia en costo y en consistencia en el servicio es enorme.   ¿Qué cosas no puede hacer la máquina en la clase de cycling? Una máquina no puede reconocer a un cliente nuevo o sin experiencia y darle una ayuda especial. Una máquina no puede llamar a los clientes por su nombre. No puede corregir la posición de un cliente sobre la bici. No puede bajarse de la bicicleta y hacer correcciones individuales. No puede tocar a los clientes. No puede dar protagonismo a algunos clientes. No puede reconocer el esfuerzo individualmente. No puede tener una conversación compleja con un cliente al final de la clase para detectar necesidades no cubiertas y darles solución. Hay muchas cosas que una máquina todavía no puede hacer, pero ¿las hace realmente el instructor? ¿Aprovecha el instructor las debilidades de la máquina? He expuesto el ejemplo del instructor de cycling, pero esto es igual de válido para un instructor de musculación, de actividades dirigidas o de piscina, para un recepcionista, un vendedor o para cualquier puesto de trabajo. De hecho, hay muchos clubes que la venta a nuevos socios la hacen casi sólo por internet, sin necesidad de vendedores o clubes en los que el acceso está automatizado y no hay personal de recepción. Tom Peters, uno de los gurús del Management, ya dijo hace años que gran parte de los trabajos que conocemos actualmente, dejarán de existir en el futuro, y que la mayoría de los trabajos que desarrollarán nuestros hijos, no existen hoy en día. Como resumen, la tecnología debería ser una ayuda para facilitarnos nuestro trabajo. Si en lugar de eso, nos acaba sustituyendo, seguramente somos en gran medida responsables de que eso ocurra. Podemos evitarlo si nos volvemos imprescindibles, y para lograrlo hay que obsesionarse en aportar más valor y en hacer cosas que una máquina no pueda hacer. Ésta es la mejor forma de reinventar nuestro puesto de trabajo y de reinventarnos a nosotros mismos.