Mientras está cerrado, un gimnasio de Eching, Alemania, montó en la puerta una recepción para asesorar a sus usuarios
La canciller de Alemania, Angela Merkel, anunció el miércoles pasado que el confinamiento parcial que rige en su país se extenderá hasta el 10 de enero próximo. Ante un panorama desalentador, Regine Trat no piensa “quedarse parada”: la propietaria del gimnasio Der Wald, situado en la ciudad de Eching, montó en la puerta de su instalación una recepción para asesorar y darle seguimiento a sus clientes.
Trat decidió enfrentar las adversidades en tiempos de coronavirus e incentiva asimismo a sus colegas del sector a “no quedarse quietos”. “La situación de los gimnasios está entre la frustración y el accionismo total. Como empresarios, tenemos que ofrecer algo, un programa. Ni nosotros ni los clientes tienen que quedarse quietos”, remarca Trat.
Así fue cómo surgió la idea de mantenerse ella y también a sus clientes activos, pero respetando el distanciamiento social obligatorio. “En la puerta hemos montado una especie de recepción con nuestra ventanilla plexiglass, a donde vienen los usuarios a hacer una consulta como con un médico. Lunes, miércoles y viernes desde la mañana a la tarde pueden recibir un asesoramiento personalizado”, explica Trat.
Desinfectantes, lapiceras y muchas hojas para completar con un plan adecuado para cada cliente, es lo que se puede apreciar en las fotos que comparte Trat sobre su nuevo servicio. “Al ser una mesa alta, vemos a la persona de cuerpo entero y por eso podemos ir asesorándola, le pedimos que se ponga en distintas posiciones. Luego, volvemos a agendarle otra cita para la próxima semana”, añade Trat.
Der Wald es un estudio de 180 m2 especializado en postura corporal. Por esta razón, Trat destaca la importancia de su especialidad y cómo la inactividad puede afectar la calidad de vida de sus 400 clientes. “Somos un centro de espalda y articulaciones, solucionamos dolores corporales y con mucho éxito”, asegura.
En un contexto de restricciones masivas para atenuar la propagación de la segunda ola de coronavirus, lo que más lamenta del cierre de su negocio no es lo “empresarial” sino lo “humano”. “Le estamos quitando la oportunidad de hacer ejercicio controlado a aquellas personas que lo necesitan, que sufren dolores y están enfermas. La gente tiene ganas de hacerlo pero está frustrada”, dice Trat.“Frente al nuevo cierre de gimnasios –prosigue-, hemos dicho ‘vamos a darle la vuelta a esto’. Porque teníamos dos opciones: llorar o actuar, y optamos por actuar porque somos movimiento. Entonces, decidí dejar de invertir energías en pensar qué ayuda puede darme el Estado, y la estoy invirtiendo en pensar cómo mover a las personas para que no sufran dolores”.