El curioso caso de la canilla que goteaba

Tenemos en nuestra empresa una cocina muy amplia que, además de ser un excelente ambiente para «reuniones informales», es el lugar donde almuerza el equipo. En una época éramos más de 10 personas y obviamente se usaba mucho la pileta de la cocina. Un día, la canilla de la pileta empezó a gotear, aún después de cerrada. ¡Eso mismo!

Era como si tuviera vida propia, la cerrábamos e insistía en seguir goteando. Parece que la canilla sentía tanto orgullo de su función que no quería dejar de liberar agua. Es más, estoy convencido de que quería que la gente se quedara más tiempo en la cocina, junto a ella, y que la tocaran más. Y por eso seguía goteando, incluso después de cerrarla.

Eran tiempos crisis de abastecimiento de agua en San Pablo y la multa para quien sobrepasara determinado consumo era alta. Además, incluso sin una crisis, no tiene sentido una fuga de ese tipo. Y para agravar la situación, un nuevo auditor había sido contratado por la empresa. Nada mejor para que demostrar su talento que una canilla que gotea.

El auditor se apresuró en solicitar a todos que pusiéramos más atención al cerrar la canilla. Y su recomendación fue que usáramos más fuerza para apretar más la canilla. Y luego de dar tales indicaciones, verificaba que el goteo no cesaba, así que todo el equipo –comprometido con terminar con esa fuga- cerraba cada vez con más fuerza la canilla.

Pero la canilla era terca y mala. Aceptaba el apretón pero ni bien nos alejábamos de la cocina comenzar a gotear. Era un infierno. Había que darle mil vueltas para cerrarla completamente. Las chicas pedían ayuda a los varones, porque ya no tenían fuerzas para apretar la canilla e intentar frenar el maldito «goteo».

Una vez fui a la cocina y estaba el auditor con su computadora trabajando en la mesa. Él no me lo dijo, pero estoy seguro que estaba allí esperando ver a quien suponía que no cumplía su orden de apretar bien fuerte la canilla. La situación se tornó insoportable hasta que un día el auditor entró a la cocina, con la canilla goteando, y tomó una decisión drástica.

Colocó un cartel en la pared, escrito en letras mayúsculas, como si estuviera gritando, que decía: «A PARTIR DE HOY, QUIEN NO CIERRE LA CANILLA HASTA QUE LA MISMA PARE DE GOTEAR, SERÁ CASTIGADO SEVERAMENTE.»

Hubo gente que dejó de usar la canilla y otros dejaron de almorzar en la oficina. Hasta que un día nos sorprendió en la cocina un cartel diferente: “QUERIDOS, DESCUBRÍ QUE LUEGO DE CERRAR LA CANILLA COMPLETAMENTE, HAY QUE GIRARLA 15 GRADOS EN EL SENTIDO CONTRARIO PARA UE DEJE DE GOTEAR”.

¡Fue una fiesta! El truco realmente funcionaba y  la canilla ya no goteaba. ¡Sensacional! La felicidad en la oficina era total. El auditor caminaba por los pasillos orgulloso de haber encontrado la solución final al problema. A partir de entonces, el clima en la empresa comenzó a mejorar mucho. Pero aunque no lo crean, al tiempo la canilla volvió a gotear.

Esa genial soluciona ya no funcionaba. Caos en la empresa, estrés, nerviosismo, se venían castigos y hasta se llegó a hablar de «despidos por justa causa».

La idea que cambió todo
A la oficina iba un muchacho tranquilo, siempre dispuesto a colaborar, pero que hablaba muy poco. Llegaba, saludaba respetuosamente a todo el mundo, se sentaba en su silla, se colocaba unos auriculares y hacía sus tareas. No hablábamos mucho con él y él no hablaba mucho con nosotros tampoco.

A veces iba al patio que teníamos en el fondo de la oficina y tocaba la guitarra bajo el sol. Era vegano también, flaco, barbudo y aficionado del Taboão Fútbol Club, un equipo del cual él era el único hincha. Un día, en medio del pánico y de la desesperanza de todos, especialmente del muchacho, soltó una idea: ¿No sería más fácil arreglar la canilla?

Esta frase fue como un latigazo en el lomo de todos y un golpe terrible en la cara del auditor. Fue como el día que Dios creó el sol, fue como el día en que Tite asumió la dirección técnica de la selección brasileña. ¿Cómo nadie pensó en eso antes? Entonces, arreglamos la canilla y todo quedó resuelto. La paz volvió a reinar en la oficina.

En su empresa
En su empresa, ¿hay una canilla que gotea»? En su empresa, ¿tiene un empleado que nunca hace lo que debe hacer y usted por alguna razón se retrasa su despido? En su empresa, ¿tiene gente que sólo hace las cosas cuando usted está cerca? En su empresa, ¿tiene algún proceso que de tanto repetirse nadie más le analiza, a pesar de que genera malos resultados?

En su empresa, ¿tiene un dueño, un gerente, un líder que ata todo con alambre en lugar de invertir en un cambio rápido y consistente?

¿Hace cuánto tiempo que usted insiste en reuniones que no sirven para nada? ¿Hace cuánto tiempo usted dice que va a ser más exigente con todos, pero se ablanda al otro día? ¿Por cuánto tiempo más usted se quejará de “la mano de obra” y no hará nada al respecto? ¿Por cuánto tiempo más usted va a culpar al Gobierno de los malos resultados de su empresa?

Ese equipo de música que funciona más o menos, ese instructor que no usa micrófono en sus clases, ese informe que usted pide y nunca llega, esa clase con los mismos cuatro alumnos, esa vendedora que no hace las llamadas por teléfono, ese profesor que sólo quiere dar personalizados, ese tipo de mantenimiento que no cumple con los plazos, ese molinete que funciona cuando quiere. ¿Hasta cuándo usted va a aguantar todo eso?

¿Acaso usted necesita aceptar esas situaciones? ¿No le parece que ya esperó demasiado para poner en práctica, de una manera u otra, lo que aprendió en el curso de gestión del que participó? ¿No es hora acaso de ir hasta el final con todo lo que empezó? ¿No es hora de que usted haga de una vez lo que su empresa necesita y no sólo lo que le gusta hacer?

¿No será éste el momento de empezar a planificar, organizar y administrar mejor? ¿No será éste el momento de dejar de culpar a la competencia cuando todos saben que el problema está dentro de su empresa o, pero, dentro de usted? Es hora de dar un golpe sobre la mesa y decir basta! Es hora de dejar de aceptar que la realidad es irremediablemente así.

¿Será que un gimnasio tiene que perder tantos clientes todos los meses? ¿No será que usted está esperando algo de una canilla que ya está vencida? Entonces, ¡CAMBIE!

¿Cuánto dinero más va a gastar en equipamiento nuevo cuando la solución para su gimnasio radica en que los profesores hagan bien lo que tienen que hacer? ¿Cuánto tiempo más va a retrasar las decisiones importantes? ¿Cuántas clases más serán lanzadas al mercado para que usted entienda, de una vez por todas, que la solución no es «comprar» una clase nueva, sino que usted sea un dueño/gerente competente, activo y presente?

No intente ahorrar dinero usando cosas inútiles. No aplique en su empresa lo contrario de lo que usted les exige que sus vendedoras que digan: “Aquí tenemos calidad”. Entonces ¡pare! Deje de atar con alambre esa canilla, porque le garantizo que seguirá goteando eternamente. ES HORA DE CAMBIARLA O DE ARREGLARLA de una vez por todas.

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