En Brasil, los gimnasios fueron incluidos por el Presidente dentro de las actividades esenciales

El presidente brasileño Jair Bolsonaro sumó a los gimnasios a la lista de actividades esenciales que podrán funcionar durante el aislamiento social instalado por la pandemia de coronavirus. Esta decisión fue tomada luego de haber argumentado el viernes pasado que los gimnasios deberían reabrirse “porque el ejercicio físico mejora la salud”.

“Es una noticia muy buena porque ahora estamos en la categoría adecuada”, dice el consultor brasileño Almeris Armiliato. Sin embargo, el permiso de apertura de los gimnasios dependerá de cada estado, ya que el Tribunal Supremo Federal le confirió el poder a cada gobernador de establecer sus propias políticas de salud.

“Acá en Brasil hay una lucha entre algunos gobernadores y el presidente, entonces, en la mayoría de las provincias no va a pasar nada, porque son opositores- señala Armiliato-. Pero con esto, en algunas provincias cambiará el comportamiento de los alcaldes, y en especial, de los clientes. Tenemos la expectativa de que va a mejorar (la situación)”.

En la misma línea, el consultor Ricardo Cruz explica que “habilitar las aperturas es una medida que le cabe a las autoridades de cada ciudad y que dependerá de cómo esté afectada esa ciudad por el COVID-19 y con qué infraestructura de salud cuente”.

“Como la pandemia está muy latente en Brasil –prosigue Cruz-, noto en los gimnasios que ya reabrieron que la gente están aún con miedo de así. Así que espero que los centros que reabran, lo hagan de una manera segura. Pero creo que abrir donde aún hay un crecimiento fuerte de la enfermedad, va a generar menos resultados de lo esperado”.

“En algunas ciudades como Río de Janeiro la situación se está poniendo más complicada. Y en  regiones como Amazonas también. Pero, por ejemplo, al sur de Brasil, reabrieron gimnasios porque la pandemia está más controlada”, cuenta Cruz.

Ellos muy rápidos y el resto demasiado lentos

Que los gimnasios low cost generaron un impacto fortísimo en el mercado de fitness ya nadie duda. Llegaron con una propuesta nueva, al menos para Brasil, y en poco tiempo ya estaban abriendo una unidad tras otra. Rápidamente, el terror se extendió entre los gimnasios que se enteraban de que un SmartFit abriría en su barrio. Ver irse de sus gimnasios cerca del 30% de sus clientes activos generó desesperación en los dueños de gimnasios menos preparados. El escenario fue de verdadero caos. El dueño de esa cadena de gimnasios de bajo costo fue maldecido de todas las formas posibles. Y lo que más se oía decir era: “Es lavado de dinero” y “Los números no cierran”. El caso no era, ni uno ni otro. Además, pocos podían anticipar en 2010 que esa cadena crecería de forma mucho más impresionante. Actualmente, SmartFit es uno de los mayores grupos de gimnasios del mundo y, lejos, el más grande de América Latina. Creció tanto que hasta surgieron nuevas marcas low cost queriendo ocupar ese nuevo espacio creado. Rápidamente las cadenas low cost notaron que los gimnasios convencionales ya no representaban competencia y que su lucha debía ser contra las demás propuestas de fitness low cost. Entonces comenzaron a enfocarse en crear diferenciales que les permitieran ocupar el primer lugar de preferencia para el comprador de actividad física "barata". Mientras tanto, los gimnasios convencionales hicieron poco por reaccionar. Muchos continúan maldiciendo a los dueños de los low cost. Otros creyeron que el secreto era bajar  los precios, se llenaron de deudas y terminaron cerrando. Y un grupo no menor sigue encendiendo velas para que ninguna de esas cadenas con precio bajo se instale cerca. El hecho es que muy pocos gimnasios convencionales, ante el desvanecimiento de su modelo tradicional de negocios, hizo lo que debería haber hecho. No miraron a sus clientes, no miraron el mercado y ni siquiera intentaron mirar a sus lados. En cambio se quedaron sorprendidos, en shock, paralizados, estupefactos y, lo peor, desorientados. Muchos todavía no se dieron cuenta de que ese segmento del mercado destinado a los gimnasios que son buenos en ventas, ya está ocupado por los low cost. No sirve de nada querer repetir la historia de David y Goliat. Porque el gigante en este caso es muy ágil, es rápido y tiene un camión de dinero destinado a la comunicación y al marketing. Encima, no están satisfechos con lo que tienen, quieren más. Ellos, en lo más alto del éxito, están haciendo cosas que los gimnasios convencionales nunca hicieron. Están estudiando el mercado y los clientes, probando nueva tecnología, agregando más beneficios para sus socios y desarrollando aún más su producto/servicio. Todo, a una velocidad impresionante. Mientras ellos perfeccionan sus servicios, los gimnasios convencionales son lentos y están perdidos en la búsqueda de un camino. Atrapados, se golpean la cabeza porque no miran hacia adelante, ni a los lados. Su principal reacción fue, desesperadamente, arrodillarse ante el marketing digital, con la esperanza de encontrar allí la salvación de sus empresas. Es fácil ver la desesperación cuando uno abre Facebook o Instagram y nos topamos con errores increíbles de comunicación. Todavía muchos dueños de gimnasios creen que RD Station –plataforma de automatización de marketing – es su "tabla de salvación". ¿Hola? Mientras que los low cost ocupan eficientemente espacios del mercado, los gimnasios convencionales, que tienen el ojo del dueño puesto en el negocio, insisten con lo mismo y no ven que el mercado de ENTREGA DE RESULTADOS está casi completamente desocupado. Un box de CrossFit no sufre con la presencia de los low cost, tampoco lo siente un natatorio. Pocos estudios de entrenamiento funcional o de personalizados se ven afectados por este fenómeno al punto de quebrar. ¡Gimnasios convencionales es hora de despertar! ¿Qué tal si empieza un cambio de posicionamiento? ¿Qué tal si deja de mirar a los competidores con precio bajo y presta atención al enorme mercado de personas que no quieren inscribirse en un gimnasio? Son miles los que buscan resultados. Personas que no están satisfechas sólo con un débito automático mensual en su tarjeta de crédito. ¿Qué tal si empieza a pensar como empresario y deja de ser dueño de un gimnasio? Si usted estuviera empezando hoy con su negocio, ¿ofrecería al mercado lo que le está ofreciendo ahora? Si tuviera que abrir hoy su gimnasio, ¿elegiría brindar una gama de servicios que le permitan cobrar una cuota mensual cercana a los R$ 89 ($840 pesos)? Si su respuesta es “claro que no” –y espero que esa sea su respuesta-, entonces ¡salga de ahí ahora! ¿Por qué sigue intentando vender un servicio en un mercado en el que tiene un competidor gigante, bonito, lleno de equipamientos nuevos y con una máquina de comunicación enorme, que usa a Watson? ¿No sabe qué es Watson? ¡Ve! ¡Salga de ahí! Perfeccione su servicio, reconstruya su equipo, busque a otros clientes y aprenda a atender a esas miles de personas que quieren resultados efectivos y que están dispuestas a pagar por un servicio mejor. - Pero Almeris, yo ya entrego resultados. - jajajajajaj… usted es un poeta. Solo el 22% de sus socios van a su gimnasio tres veces por semana o más. Cada 100 socios que deben renovar, apenas 48 lo hacen. Poco más del 3% de sus clientes realizó una evaluación física en su gimnasio. ¡Usted es un poeta! El negocio ya no es tener un gimnasio con 350 alumnos que pagan R$ 89 ($840 pesos). Y lo peor es que usted tiene esa misma cantidad de socios hace años. ¿Qué más tiene que pasar para que usted entienda, de una vez por todas, que ese segmento de mercado en el que está, ya es dominado por Goliat? Deje de intentar ser David, porque no va a lograrlo. El mercado es agnóstico, así que deje de rezar. El mercado es inclemente, así que deje de llorar. Ya es hora de que empiece a preparar su empresa para vender y entregar resultados de verdad a sus socios. Para esto necesitará enfocarse en pocos clientes, que por recibir más atención de su parte y así obtener resultados, estarán dispuestos a pagar más. Además, le garantizo que en este difícil mundo de entrega de resultados, tendrá menos competencia. Y no soy yo quien lo dice, es el mercado. Amigo mío, el negocio de vender actividad física ya está ocupado por las cadenas low cost. ¡Olvídese! ¡Ya perdió ahí! Ahora, solo existe una oportunidad en el negocio de “entrega de resultados”. Es más, se le está haciendo tarde así que arremánguese, mire el césped de su jardín y descubra la manera de dejarlo bien verde.

Más vale una buena venta que un buen producto. ¿Será así?

En su libro best-seller FUERA DE SERIE (Outlier), Malcolm Gladwell presenta el resultado de una investigación que hizo con personas notables y muestra que para convertirse en un fuera de serie, además de vínculos y varios aspectos culturales y educativos, son necesarias unas 10 mil horas de actuación en la misma actividad. Pero en el mundo mágico de internet no se necesita tanto tiempo. Hay una estrategia lista para que uno pueda transformarse en una autoridad en cualquier tema, prácticamente de la noche a la mañana. O mejor aún, no transformarse pero sí ser reconocido como una autoridad, o aún mejor (peor), parecer alguien con autoridad en cierto tema. (más…)

El curioso caso de la canilla que goteaba

Tenemos en nuestra empresa una cocina muy amplia que, además de ser un excelente ambiente para "reuniones informales", es el lugar donde almuerza el equipo. En una época éramos más de 10 personas y obviamente se usaba mucho la pileta de la cocina. Un día, la canilla de la pileta empezó a gotear, aún después de cerrada. ¡Eso mismo! Era como si tuviera vida propia, la cerrábamos e insistía en seguir goteando. Parece que la canilla sentía tanto orgullo de su función que no quería dejar de liberar agua. Es más, estoy convencido de que quería que la gente se quedara más tiempo en la cocina, junto a ella, y que la tocaran más. Y por eso seguía goteando, incluso después de cerrarla. Eran tiempos crisis de abastecimiento de agua en San Pablo y la multa para quien sobrepasara determinado consumo era alta. Además, incluso sin una crisis, no tiene sentido una fuga de ese tipo. Y para agravar la situación, un nuevo auditor había sido contratado por la empresa. Nada mejor para que demostrar su talento que una canilla que gotea. El auditor se apresuró en solicitar a todos que pusiéramos más atención al cerrar la canilla. Y su recomendación fue que usáramos más fuerza para apretar más la canilla. Y luego de dar tales indicaciones, verificaba que el goteo no cesaba, así que todo el equipo –comprometido con terminar con esa fuga- cerraba cada vez con más fuerza la canilla. Pero la canilla era terca y mala. Aceptaba el apretón pero ni bien nos alejábamos de la cocina comenzar a gotear. Era un infierno. Había que darle mil vueltas para cerrarla completamente. Las chicas pedían ayuda a los varones, porque ya no tenían fuerzas para apretar la canilla e intentar frenar el maldito "goteo". Una vez fui a la cocina y estaba el auditor con su computadora trabajando en la mesa. Él no me lo dijo, pero estoy seguro que estaba allí esperando ver a quien suponía que no cumplía su orden de apretar bien fuerte la canilla. La situación se tornó insoportable hasta que un día el auditor entró a la cocina, con la canilla goteando, y tomó una decisión drástica. Colocó un cartel en la pared, escrito en letras mayúsculas, como si estuviera gritando, que decía: "A PARTIR DE HOY, QUIEN NO CIERRE LA CANILLA HASTA QUE LA MISMA PARE DE GOTEAR, SERÁ CASTIGADO SEVERAMENTE." Hubo gente que dejó de usar la canilla y otros dejaron de almorzar en la oficina. Hasta que un día nos sorprendió en la cocina un cartel diferente: “QUERIDOS, DESCUBRÍ QUE LUEGO DE CERRAR LA CANILLA COMPLETAMENTE, HAY QUE GIRARLA 15 GRADOS EN EL SENTIDO CONTRARIO PARA UE DEJE DE GOTEAR”. ¡Fue una fiesta! El truco realmente funcionaba y  la canilla ya no goteaba. ¡Sensacional! La felicidad en la oficina era total. El auditor caminaba por los pasillos orgulloso de haber encontrado la solución final al problema. A partir de entonces, el clima en la empresa comenzó a mejorar mucho. Pero aunque no lo crean, al tiempo la canilla volvió a gotear. Esa genial soluciona ya no funcionaba. Caos en la empresa, estrés, nerviosismo, se venían castigos y hasta se llegó a hablar de "despidos por justa causa". La idea que cambió todo A la oficina iba un muchacho tranquilo, siempre dispuesto a colaborar, pero que hablaba muy poco. Llegaba, saludaba respetuosamente a todo el mundo, se sentaba en su silla, se colocaba unos auriculares y hacía sus tareas. No hablábamos mucho con él y él no hablaba mucho con nosotros tampoco. A veces iba al patio que teníamos en el fondo de la oficina y tocaba la guitarra bajo el sol. Era vegano también, flaco, barbudo y aficionado del Taboão Fútbol Club, un equipo del cual él era el único hincha. Un día, en medio del pánico y de la desesperanza de todos, especialmente del muchacho, soltó una idea: ¿No sería más fácil arreglar la canilla? Esta frase fue como un latigazo en el lomo de todos y un golpe terrible en la cara del auditor. Fue como el día que Dios creó el sol, fue como el día en que Tite asumió la dirección técnica de la selección brasileña. ¿Cómo nadie pensó en eso antes? Entonces, arreglamos la canilla y todo quedó resuelto. La paz volvió a reinar en la oficina. En su empresa En su empresa, ¿hay una canilla que gotea"? En su empresa, ¿tiene un empleado que nunca hace lo que debe hacer y usted por alguna razón se retrasa su despido? En su empresa, ¿tiene gente que sólo hace las cosas cuando usted está cerca? En su empresa, ¿tiene algún proceso que de tanto repetirse nadie más le analiza, a pesar de que genera malos resultados? En su empresa, ¿tiene un dueño, un gerente, un líder que ata todo con alambre en lugar de invertir en un cambio rápido y consistente? ¿Hace cuánto tiempo que usted insiste en reuniones que no sirven para nada? ¿Hace cuánto tiempo usted dice que va a ser más exigente con todos, pero se ablanda al otro día? ¿Por cuánto tiempo más usted se quejará de “la mano de obra” y no hará nada al respecto? ¿Por cuánto tiempo más usted va a culpar al Gobierno de los malos resultados de su empresa? Ese equipo de música que funciona más o menos, ese instructor que no usa micrófono en sus clases, ese informe que usted pide y nunca llega, esa clase con los mismos cuatro alumnos, esa vendedora que no hace las llamadas por teléfono, ese profesor que sólo quiere dar personalizados, ese tipo de mantenimiento que no cumple con los plazos, ese molinete que funciona cuando quiere. ¿Hasta cuándo usted va a aguantar todo eso? ¿Acaso usted necesita aceptar esas situaciones? ¿No le parece que ya esperó demasiado para poner en práctica, de una manera u otra, lo que aprendió en el curso de gestión del que participó? ¿No es hora acaso de ir hasta el final con todo lo que empezó? ¿No es hora de que usted haga de una vez lo que su empresa necesita y no sólo lo que le gusta hacer? ¿No será éste el momento de empezar a planificar, organizar y administrar mejor? ¿No será éste el momento de dejar de culpar a la competencia cuando todos saben que el problema está dentro de su empresa o, pero, dentro de usted? Es hora de dar un golpe sobre la mesa y decir basta! Es hora de dejar de aceptar que la realidad es irremediablemente así. ¿Será que un gimnasio tiene que perder tantos clientes todos los meses? ¿No será que usted está esperando algo de una canilla que ya está vencida? Entonces, ¡CAMBIE! ¿Cuánto dinero más va a gastar en equipamiento nuevo cuando la solución para su gimnasio radica en que los profesores hagan bien lo que tienen que hacer? ¿Cuánto tiempo más va a retrasar las decisiones importantes? ¿Cuántas clases más serán lanzadas al mercado para que usted entienda, de una vez por todas, que la solución no es "comprar" una clase nueva, sino que usted sea un dueño/gerente competente, activo y presente? No intente ahorrar dinero usando cosas inútiles. No aplique en su empresa lo contrario de lo que usted les exige que sus vendedoras que digan: “Aquí tenemos calidad”. Entonces ¡pare! Deje de atar con alambre esa canilla, porque le garantizo que seguirá goteando eternamente. ES HORA DE CAMBIARLA O DE ARREGLARLA de una vez por todas.

Los gimnasios se convirtieron en carnicerías

Les juro que tuve muchas dudas sobre si la conclusión que voy a presentarles en este artículo está basada en una acertada lectura de los hechos o si, por el contrario, es fruto de los efectos de mi avanzada edad y mi acentuado conservadurismo. Pero aun así decidí avanzar con este texto y lamento la mala suerte de quienes están a punto de leerlo. Un gimnasio debería ser un espacio que ofrece las mejores condiciones para ayudar a las personas a relacionarse con el ejercicio físico de forma duradera, agradable y eficiente, en búsqueda de sus objetivos biopsicosociales. Intentando llegar a ese ideal desarrollamos equipamientos y métodos de entrenamiento más adaptados al consumidor moderno. La arquitectura, el diseño y una ambientación acogedora se transformaron en requisitos básicos al montar un gimnasio. Profesionalizamos la gestión, las ventas, el marketing y hasta la forma de cobrar. Creamos bares saludables, añadimos tiendas de ropa, pusimos wi-fi, ventilación “ecológica” y también sumamos apps de entrenamiento y clases virtuales. Todo hoy en un gimnasio tiene una impronta más comercial, todo sucede más rápido y es más disruptivo, pero también es más INEFICIENTE. Porque tenemos de todo para nuestros clientes, menos RESULTADOS. Recuerden el comienzo de este texto: la experiencia del socio/alumno en el gimnasio debe ser duradera, agradable y eficiente. Cada vez que aparece un nuevo estudio que demuestra algún avance en el conocimiento sobre el metabolismo corporal durante el ejercicio, nace un nuevo programa de entrenamiento. De este modo, lo que debería complementar la EVOLUCIÓN de la relación de las personas con el ejercicio físico, se transforma en una nueva REVOLUCIÓN. La hora del HIIT Hay quienes dicen que siempre fue así, ya lo sé, es verdad. Pero ahora todo sucede más rápido y los clientes están desesperados. El nivel de ansiedad de las personas por intentar combatir los terribles males causados por el fácil acceso a la comida y a las comodidades, alimenta un mercado cobarde e irresponsable de oferta de milagros y fórmulas mágicas. Anotarse en un gimnasio para aplacar la culpa o intentar desesperadamente revertir en una hora los abusos de las otras 23 horas, se puso de moda y muchas personas, de hecho, creen que con sólo inscribirse alcanza para lograr ese objetivo. Y gran parte de los gimnasios aprovecha ese furor descontrolado para lucrar con la culpa que sienten los consumidores. Justamente en este punto la arquitectura, la ambientación, el diseño, la iluminación, los equipamientos, los nuevos programas y el marketing son herramientas poderosas que hacen una gran contribución para que las personas se sientan bien dentro de un gimnasio. Pero me pregunto: ¿Para qué queremos que se sientan bien estando en un gimnasio? Los resultados Y claro, un gimnasio debe ofrecer las mejores condiciones para que las personas persistan en la búsqueda de resultados. Porque estos solo aparecen con empeño, con regularidad, con una buena interdependencia entre volumen e intensidad de entrenamiento, rompiendo la homeostasis, con el aumento de la resistencia psicológica al esfuerzo, etc. Pero además de beneficios biológicos, algunas personas buscan otros beneficios como los sociales y los psicológicos. Y estos solo aparecen frecuentando regularmente el gimnasio. Pero si el aspecto social es el más importante para esos clientes, que no quieren esforzase, quizás debamos recomendarles ir a un bar. Aunque ya muchos gimnasios parecen bares. Todo bien, un gimnasio debe ser acogedor, bonito y agradable, pero sobre todo debe cumplir su papel principal y entregar resultados. Y es más, debe hacerlo de forma saludable. Y digo esto porque muchos gimnasios para entregar resultados someten a sus clientes a esfuerzos inadecuados para sus antecedentes motores y metabólicos. Un ejemplo reciente de esto es CrossFit, una actividad excelente para quien logra sobrevivir a sus clases. CrossFit es un deporte (y el deporte no es salud), que pretende ser una opción saludable para la población. Pero no lo es y, en mi opinión, junto con los dueños de los boxes, los únicos ganando dinero con CrossFit son los médicos y los fisioterapeutas. Objetivo “adelgazar” Yo mismo desarrollé un programa de adelgazamiento de 12 semanas de duración. Me parece una alternativa apropiada para quienes sufren exceso de peso y no logran librarse por su cuenta de ese sentimiento. Con acompañamiento de nutricionistas, con apoyo motivacional y con un profesor orientando al socio, este programa procura que las personas aprendan a realizar los cambios alimentarios necesarios y a convivir con el ejercicio. El otro día escuché a un experto en ventas diciendo que este tipo de programas debería tener 8 semanas de duración, ya que los clientes piden y quieren resultados en menor tiempo. ¿Es verdad? Entonces hagamos programas de solo un día o, mejor, de 21 días, como está de moda, y aceptemos que nuestros clientes se “auto-mediquen” para obtener resultados en menor tiempo, aunque ello tenga después un efecto rebote terrible. - “Ah! Pero cuando eso sucede yo le vendo otro programa y gano más dinero”, pueden decir algunos. Y de eso justamente estoy hablando. Los gimnasios se convirtieron en carnicerías. Porque en la búsqueda de atender a personas desesperadas, los profesores dejaron de enseñar y de intentar al menos explicarle al consumidor cómo son las cosas. Los gimnasios desistieron de la idea de influenciar a sus clientes, de inspirarlos y seducirlos para realizar los cambios necesarios en sus estilos de vida. Los gimnasios dejaron de hacer evaluaciones físicas y, principalmente, dejaron de pedirles CALMA. Y muchas veces, en su desesperación, por ignorancia o mala fe, apuestan a que Zumba es ideal para adelgazar. Y Zumba es sensacional, es una clase fantástica para atraer y fidelizar clientes. Es divertida, dinámica, aglutinadora de personas, y trae muchos beneficios desde lo social y psicológico, pero por sí sola no adelgaza y hasta puede engordar. Una disciplina así, con una audiencia fiel, debe ser usada como cebo para explicarles a los socios cómo funciona su metabolismo. Pero no es solo Zumba, hay muchas personas corriendo como locas en las cintas, saltando en trampolines y en steps, o pedaleando en bicicletas con la expectativa de adelgazar. Y antes de los fanáticos de estas disciplinas me manden al carajo, noten que estoy hablando específicamente de adelgazar y no de otros beneficios que esas clases pueden ofrecer. ¿Y por qué hablo tanto de adelgazar? Sencillamente por el 82% de la gente tiene ese objetivo cuando se inscribe en un gimnasio. Y los gimnasios se convirtieron en carnicerías en las que las clases, en lugar de ser hechas por personas, son hechas por cuerpos. En este contexto, yo creo que la “salvación” está en los profesores, en los buenos profesores. Me refiero a esos profesores que empezamos a perder en la carrera de personal trainer allá por el año 1995. Fue en esa época cuando los buenos profesores, cansados de ganar poco dinero, decidieron dedicarse al entrenamiento personalizado. ¿Y por qué no ganaban bien? Porque ya en aquel entonces en los gimnasios éramos ineficientes en el trato con los alumnos, porque desconocimiento de las variables comportamentales de las personas. En consecuencia, las finanzas de los gimnasios eran y son aún hoy horribles, no hay dinero suficiente. Tuvimos la oportunidad de comenzar estudios en esas áreas en aquel periodo, pero no lo hicimos. Y las ansías por encontrar respuestas financieras hicieron que los mejores, inconscientemente, eligiesen el camino más “fácil”. Y así los gimnasios perdimos la colaboración de todos los buenos profesores. A futuro Mi lectura es que el mercado se va a dividir en dos tipos de gimnasios. Por un lado, estarán los que apuestan a bajar precios y ganar con volúmenes de ventas enormes, sin importarles si sus clientes obtienen o no resultados. Y por otro, estarán los que ofrecen un servicio calificado para pequeños grupos, por un precio alto, y con foco en los resultados. La masa va a perder, la población va a perder, la actividad física va a perder. He presentado estas ideas en mis conferencias generando, obviamente, reacciones diversas: desde un odio absoluto hasta el desprecio. Pero lo que más ha llamado mi atención es la cantidad cada vez mayor de dueños de gimnasios que están de acuerdo con lo que digo, que sufren por eso y que desearían que las cosas fueran diferentes. Pero no saben cómo, no ven la salida, y algunos hasta se sienten aliviados al encontrar a alguien que piensa como ellos, que comparte el sentimiento de haber dejado escondido en algún remoto cajón el deseo de entregar a sus alumnos los resultados que ellos buscan. Algunos dicen que, por no encontrar salida, se agarran de ZUMBA o de CrossFitness – que es el nombre poco elegante que varios gimnasios adoptan para copiar al original- para atraer más clientes y venderles a cualquier precio para compensar sus pérdidas. Muchos dicen que no querían hacer esto, pero no encuentran el camino para brindar resultados. Y cuando yo los provoco y los desafío a adoptar el lema #migimnasioentregaresultados, todos adhieren y, por un instante, se sienten confortados, esperanzados y felices. Pero es cierto también que al volver a la realidad del día a día, toda esta inspiración se pierde y sus gimnasios se transforman en carnicerías. Por eso, BUENOS PROFESORES, llegó su hora. - ¡Opa! ¿Va a aumentar el valor de la hora de mi clase? Jejeje… Los que pensaron eso no son realmente buenos profesores. El mundo de los gimnasios necesita de los profesores. Necesita de aquellos que no aceptan que su alumno vaya poco a entrenar, aquellos que creen que su alumno debe saber qué es un carbohidrato de cadena larga, aquellos que saben que hablar de súper-compensación va a ayudar a sus alumnos a entender el porqué de las cosas. Necesitamos de esos profesores que observan más, que preguntan más, que no aceptan que la educación física sea parte de ese circo de horrores en el que hemos transformado a los gimnasios. Nosotros dimos lugar para que surgieran esas aberraciones, esas masacres de gasto calórico a cualquier precio, esos programas con números mágicos -48, 24, 7-  y toda la mierda que hay dando vueltas. Así que somos nosotros los que debemos revertir esto. ¿Se animan? Si no lo hacemos, si no empezamos ahora, corremos todos el riesgo de tener que cambiar nuestro short y el cronómetro por un delantal y una cuchilla bien afilada.

El negocio de los gimnasios ya no es vender ejercicio

En la era de los gimnasios low cost, el foco está puesto en la venta de accesos a una sala de ejercicios, sin importar si el cliente obtiene o no los resultados prometidos en la venta. El negocio de los gimnasios pasó de “la venta de los beneficios del ejercicio físico” a “la venta de accesos a una sala de ejercicios”. Es cada vez más frecuente ver a gimnasios tradicionales apostar a una fórmula mágica que automatice y agilice el proceso de ventas para lograr que los consumidores compren con mayor facilidad el acceso al ejercicio. La estrategia más común es bajar precios y lanzar una campaña de marketing digital. De forma cobarde e irresponsable, desde mi punto de vista, las empresas están permitiendo que lo que guíe su negocio sea exclusivamente la cantidad de clientes que compran el “acceso al ejercicio físico”. Y les digo que eso es comprensible. Porque obtener resultados consistentes del ejercicio físico exige que el practicante sea disciplinado, tenga un grado de motivación importante y, si quiere adelgazar, haga cambios en sus hábitos alimentarios. Cuando una persona coloca su cuerpo en el “stress” saludable del ejercicio físico, varias reacciones se producen: el cerebro encuentra muy extraños esos nuevos movimientos de su cuerpo y, sorprendentemente, empieza a enviar el mensaje “PARE”. Al ver que el cuerpo que él dirige está siendo exigido de forma no habitual, el cerebro dice: mantenga su reserva de energías, esos dolores pueden ser una señal de lesión, la temperatura corporal está aumentando, ¡pare! Tenga pereza, piense que tiene poco tiempo, que está lloviendo, etc. Una persona que quiere cambiar sus hábitos necesita mucha fuerza de voluntad, apoyo de un profesional y disciplina. Todo esto en el marco de una rutina diaria que contempla poco tiempo en la agenda, fácil acceso a alimentos de baja calidad y, tal vez el peor de todos los males, el stress. Realmente es un desafío lograr que una persona que se inscribe en un gimnasio supere esos obstáculos y, por tal motivo, muchas empresas decidieron desistir. Entonces esos gimnasios se enfocaron en la venta y no en la entrega de resultados. Cambiaron la estrategia y pasaron a apostar al volumen de ventas y ya no más a la calidad en la entrega de resultados. Estamos en un momento en que el mercado de gimnasios está muy parecido al de las empresas de telecomunicación que, con cara de piedra, provén un servicio de Internet de velocidad mucho más baja de la prometida a la hora de la compra. Hay que vender, vender y vender Todo comenzó a tornarse caótico cuando el ciudadano norteamericano notó que la lucha para lograr que las personas se relacionasen de manera adecuada con el ejercicio físico era poco fructífera. Entonces, decidió que el mejor camino sería apostar a la culpa que el común de la gente siente por no ejercitarse en lugar de apostar a la –hasta entonces- poco eficiente estrategia de mejorar los servicios y, por lo tanto, la entrega de resultados. En esa línea, algunos empresarios del sector mejoraron la infraestructura de sus gimnasios, pusieron a disposición de sus clientes una cantidad absurda de equipamientos, una linda decoración, amplios vestuarios, wi-fi, redujeron la cantidad de profesores y colocaron precios bien bajos, muy bajos. Para entender mejor este fenómeno, lo resumo así: Bajó mucho el costo operativo de los gimnasios (pocos empleados), colocaron mucho equipamiento y adoptaron una política de ventas con precios bajísimos. O sea, apostaron a la culpa que el consumidor siente, a la compra con los ojos y a un volumen absurdo de ventas. Y el milagro ocurrió: una fila de clientes en la puerta esperando para anotarse. Y la red creció y creció como crecen las flores en el campo y crece la furia por el lucro fácil. Habían creado el concepto de low cost, low price (costo bajo, precio bajo). ¡Felicitaciones para ellos! Ese modelo de negocio crece de forma exponencial basado en el principio de vender mucho y esperar que solamente –como máximo- 33% de los socios activos venga al gimnasio. Pero, ¿y el resto de los clientes? Bueno, la mayoría sigue pagando porque el precio es bajo, la modalidad de cobro es fácil así que el cliente no lo percibe entre sus gastos mensuales, las reglas para cancelar son un poco rígidas y, para cerrar la fórmula perfecta, la culpa hace que los clientes sigan pagando con la esperanza de retomar sus entrenamientos algún día. Éxito mundial. Tanto es así que algunos estudios muestran que el número de gimnasios que adoptan ese modelo crece vertiginosamente. ¡Es impresionante! Y usted podría preguntarme: ¿Pero, algún día las personas se van a cansar de eso? ¿No se van a dar cuenta de que de ese modo no van a alcanzar los deseados y necesarios beneficios de la práctica de ejercicio físico? Yo creo que sí, pero no sé cuándo. En Estados Unidos ya hay algunas señales de que el modelo está llegando a su techo de crecimiento, pero todavía tiene espacio para crecer. Lo peor de todo es que algunos (muchos) gimnasios, de golpe, fueron impactados de manera implacable, en el inicio por lo menos, cuando ese modelo llegó a sus mercados. Atónitos por la pérdida de alrededor de 30% de sus clientes cada vez que un low cost abría cerca, muchos gimnasios quedaron desorientados. Sucede que ellos todavía estaban en la batalla por intentar que las personas realmente se beneficiaran con el ejercicio físico. La competencia era baja y los precios de mercado ya estaban establecidos. Para muchos fue como salir corriendo a toda velocidad y de pronto encontrarse de frente con un muro de concreto. Varios de esos gimnasios sucumbieron o están hoy camino a su muerte porque cada trimestre “se comen una mano o un brazo para no morir de hambre” y bajan los precios, pero sin reducir sus costos ni mejorar su estructura. Ésa es una muerte anunciada. Y esto no es culpa de los gimnasios low cost, sino del mercado consumidor, inclemente, que no siente el dolor ni tiene piedad. El mercado actúa como una manada, con movimientos rápidos, en conjunto, aparentemente caótico y errático. Algunos dicen que el mercado es impredecible, otros dicen que era previsible y que las empresas no lograron leer los deseos de los consumidores. Independientemente de eso, el sector de gimnasios parece un campo de batalla algunas horas después de la contienda. Imaginen la escena: muchos cadáveres tirados por el piso, heridos arrastrándose, algunos por morir y un solo vencedor. Si algún dueño de gimnasio convencional aún no percibió que es mortalmente importante cambiar, le sugiero que lo haga. Es hora de salir del medio del tiroteo, porque están en el campo de batalla equivocado. - “Pero Almeris, ¡ese campo de batalla era nuestro!”. Exactamente, dicen bien, ERA de ustedes. Así son las guerras, de golpe ellos vienen y de forma inesperada nos arrebatan todo lo valioso que tenemos. Así son las guerras. Y ustedes necesitan ponerse en acción, necesitan cambiar. Y bajar los precios no está en la lista de cambios necesarios, porque si lo hacen, seguirán en el mismo campo de batalla. - “Ah!, puedo perder una batalla, pero no la guerra…” Sí, puede, ¿su nombre es David y planea vencer a Goliat? ¿O su nombre es Leónidas, el rey espartano de la película 300? Aun si lo fuera, hay muchas chances de que las historias de esos personajes sean un tanto fantasiosas. Así que le sugiero poner en este asunto más inteligencia que valentía. Es hora de cambiar. ¿Qué tal posicionar su gimnasio para ser más eficiente en la entrega de resultados? ¿Qué tal perfeccionar lo que usted siempre tuvo como principio: calidad en los resultados? ¿Qué tal revisar sus procesos internos? ¿Qué tal desarrollar sus productos actuales o implementar otros productos nuevos? ¿Qué tal mirar al mercado y, principalmente, a su empresa para verificar si lo que tiene en sus manos es lo que el consumidor quiere y necesita? ¿Qué tal admitir que una crisis de éstas puede ayudarlo a mejorar su empresa? ¿Qué tal comenzar a evaluar sus clases y su nivel de atención para verificar si los profesores están en sintonía con el propósito de su empresa o si tan sólo están haciendo lo que hacen en todos los lugares, sólo que ahora visten la remera de su gimnasio? ¿Qué tal dejar más claro el propósito de su empresa y dedicarse, junto a todo su equipo, a lograr un cambio efectivo en las vidas de sus clientes? ¿Qué tal darse cuenta que tienen una enorme oportunidad delante? A fin de cuentas, está todo el mercado caminando hacia el mismo lado y dejando el otro lado “vacío”. Entonces, que sea su gimnasio el que ocupe el lugar que “ellos” no quieren. Es hora de un replanteo. Éste es el momento de, lenta y diligentemente, apostar a atender menos clientes, entregar más resultados y, con un costo más bajo, cobrar un precio más alto. ¿Pero y la crisis? ¿Cobrar un precio más alto? El peor ciego es el que no quiere ver, ¿no? CrossFit, por ejemplo, cobra precios mucho más altos que usted y tiene un tercio de su inversión en equipamientos. Nosotros hemos llegado a vender programas de adelgazamiento y aumento de masa muscular por el precio de un plan anual, a pagar en tres cuotas. Es hora de buscar nuevos rumbos. El negocio de los low cost es maravilloso y aparentemente próspero. Y todo buen negocio abre ventanas para ser copiado o para que surjan otros modelos de negocio. Usted debe decidir si quiere seguir el camino de ellos o aprovechar la oportunidad que está surgiendo. Pero debe entender que el mercado en el que usted se encuentra hoy, se está terminando. - “Pero Almeris, necesito pagar mis cuentas, mi nómina de empleados, los impuestos… Tengo responsabilidades…”. Yo sé, no paso por alto nada de eso. Haga lo que sea preciso para mantenerse en pie. Pero no olvide que comerse la mano de alguien para no morir de hambre es una solución poco adecuada. Y puede que de aquí a un tiempo usted no tenga que preocuparse por las cuentas, la nómina de empleados ni los impuestos y otras responsabilidades, porque estará quebrado. Usted está en la típica situación de tener que cambiar un neumático con su coche andando. Así fue que nacieron los grandes genios, los héroes de la historia y los excelentes empresarios. Deje de quejarse y de bajar los precios de forma desordenada. Pida ayuda a alguien, a mí o a sus colegas del grupo de Whatsapp. Pero no se quede esperando que esto se acabe, porque lo único que acabará es su negocio.

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