Digitalizados versus humanizados. ¿Tu gimnasio de qué lado está?
Hasta hace un tiempo veíamos modelos de gimnasios sin staff pero en horarios nocturnos -como Anytime Fitness, por ejemplo-, pero ahora con los aumentos de costos laborales y las dificultades que manifiestan tener las empresas para encontrar staff calificado, están empezando a proliferar en Estados Unidos, Europa y Asia, los staffless gyms.
Dos de las marcas más relevantes del segmento son Fit+ -de Alemania- y Supermonkey -en China. En el caso de Supermonkey son una especie de contenedores, equipados con elementos para entrenar, a los que una persona accede obteniendo un código a través de WeChat, en sus teléfonos.
El concepto es el de shared economy -o economía compartida-. Funciona igual que con una bicicleta o un monopatín en la calle. La persona accede con su teléfono, lo usa y lo deja para que otro lo use. Con este tipo de propuestas, están abriendo gimnasios en todos lados, hasta en zonas rurales, donde difícilmente se hubiera abierto un gimnasio tradicional, por tener baja densidad demográfica.
La reacción natural del mercado a este tipo de propuestas absolutamente automatizadas y digitalizadas, basadas en el bajo precio y alto volumen de usuarios, es la aparición de estudios que -independientemente del tipo de entrenamiento que ofrezcan- prometen una experiencia principalmente más humanizada.
El problema está en que la mayoría del mercado -principalmente los gimnasios del segmento medio, no ofrece ni una cosa ni otra, ni chicha ni limonada. Porque no están digitalizados ni automatizados, pero tampoco marcan la diferencia claramente por la calidad y calidez de la atención de su staff, todo lo contrario.
Y no hay nada más inhumano e impersonal que un entrenador zombi, de esos que hoy abundan en nuestros gimnasios. Son personas que, en el mejor de los casos saben sobre acondicionamiento físico, pero no saben conectar, no saben empatizar, no saben agradar, no saben construir confianza y, por lo tanto, no logran generar adherencia.
De hecho, hoy vemos las salas de musculación de nuestros gimnasios repletas como nunca de un público mucho más joven -de 15 a 20 años de edad- haciendo ejercicios de fuerza, de halterofilia, de calistenia. Pero lo curioso es que no consultan a los entrenadores, sino que siguen instrucciones de influencers en Tik Tok, Instagram o Youtube.
Definitivamente, yo creo que el gimnasio del futuro se parecerá mucho al del presente. Solo que quienes quieran sobrevivir deberán optar por uno de estos dos modelos: el digitalizado / automatizado (de bajo precio y alto volumen); o bien el humanizado, con entrenadores que realmente hacen la diferencia y por los que vale la pena pagar más.
¿A qué me refiero con entrenadores que valen la pena? A entrenadores que además de hablar y saber cómo ayudarme a mejorar mi condición física, saben conectar conmigo, me inspiran confianza y me hacen sentir parte de algo más grande que me impulsa a volver una y otra vez a ese gimnasio, porque ahí me siento bien, estoy contenido.
En el proceso de construcción de confianza hay tres ingredientes fundamentales:
1) Autenticidad: tengo que tener el coraje de ser yo, aun cuando soy diferente, y mostrarme como realmente soy y no como quisiera ser.
2) Empatía: se trata del otro, no de mí. Tengo que interesarme genuinamente por la otra persona. Se trata de mostrarnos interesados en lugar de tratar de parecer interesantes.
Para ser empáticos tenemos que regalarle al otro nuestra presencia y para eso es preciso eliminar el principal distractor (el teléfono). Necesitamos desconectarnos para conectar.
3) Coherencia argumental y lógica: lo que digo debe tener sentido y sustento. O sea el nivel de formación técnica es muy importante. Pero también lo es el desarrollo de habilidades blandas, porque tengo que saber comunicar lo sé y lo que quiero decir.
Porque aún si mi argumentación tiene lógica, si no sé transmitirlo, voy a generar dudas y eso atento contra ese proceso de construcción de confianza.
CONFIANZA es la palabra clave. Su etimología nos enseña que la raíz indoeuropea kom significa “junto, cerca de”, la a raíz -fi- viene del verbo fiar, del latín fidere (confiar), y éste a su vez viene de fides, que significa lealtad, fe. Tener confianza en alguien es tenerle fe y, por lo tanto, serle leal.
Los gimnasios necesitan hoy más que nunca de entrenadores en los que sus alumnos tengan fe y a quienes sean leales. Porque de lo contrario, la mirada de nuestros usuarios no va a estar puesta en nosotros sino en sus pantallas y van a seguir conectados con los influencers y desconectados de nuestros gimnasios.