¿Cómo recuperar el precio de la cuota?

Inmersos en un proceso inflacionario extenso, el precio de la cuota ha quedado muy relegado y, como consecuencia, se lleva consigo la rentabilidad de nuestro gimnasio. ¿Se puede hacer algo frente a este escenario? ¿Es posible revertir esta tendencia aun cuando el problema persiste? ¿Qué es peor: la inflación o nuestra inacción? En mi experiencia, existen dos tipos de cuotas en cualquier gimnasio: la cuota real, que es la que cada centro está cobrando; y la cuota ideal, que es la que debería cobrar. La salud financiera del negocio radica en la diferencia entre estos tipos de cuota. Pero mantener la salud de la empresa no implica necesariamente reducir gastos sin criterio, dejar de invertir, ni dejar de capacitar al personal, porque eso se transforma en una desmotivación generalizada, que llegará hasta la piel de nuestros clientes, que perciben una caída en la calidad del servicio y nos castigan con su alejamiento. Así funciona el espiral que nos lleva directo al infierno. Entonces ¿qué podemos hacer? En primer lugar, ser conscientes de que este espiral es consecuencia de un gran problema que debe ser atacado en su raíz.  Para hacerlo, les propongo un plan de recupero del precio de la cuota, que debe considerar estos puntos:Ves
  1. Establecer cuál es la cuota ideal, teniendo en cuenta el servicio que estamos brindando. Y cuál es la diferencia en porcentaje con la que estamos cobrando.
  2. Plantearnos objetivos y establecer el tiempo que nos va a llevar cumplirlos.
  3. Fijar 4 ajustes de la cuota, como mínimo, al año, y convertir en innegociable esta política.
  4. Entender perfectamente y hacerle entender al personal y a los clientes, que el precio de la cuota no aumenta, sino que se ajusta inflacionariamente.
  5. En cada ajuste incorporar un porcentaje extra al que nos indica la inflación.
  6. Equilibrar y ajustar la calidad del servicio conjuntamente con los ajustes en el precio de la membresía. Tener en cuenta que para nuestro cliente el servicio vale lo que le estamos cobrando. Si no hacemos mejoras, tendremos resistencias al momento de ajustar el precio.
  7. Comunicar estratégicamente, con suficiente anticipación, este proceso de ajuste.
  8. Cumplirlo sin excepciones.
Comparto a continuación un ejemplo concreto: 1.-        Cuota real                   $ 1000 Cuota ideal                 $ 1400 Diferencia                       40 % 2.-        Objetivo, recuperar 15 puntos porcentuales en los primeros 6 meses, y 27 en el resto del año. 3 y 4.-  Los precios se ajustarán, según el proceso inflacionario, en los meses de febrero, mayo, agosto, y noviembre. 5.-        Agregar en el primer y en el segundo ajuste un 7,5% por encima del que indique la inflación para así recuperar terreno perdido. En el tercer ajuste agregar un 6 % y en el cuarto un 4 %. Esto nos va a otorgar un incremento acumulado real anual de 27,4 %. Plantearnos objetivos para el próximo año. 6.-        Dos semanas antes de proceder con ajuste, comencemos un proceso de mejoras simples y muy notorias en el gimnasio.
  1. a) Pintar vestuarios e incorporar un buen aroma.
  2. b) Incorporar un juego de colchonetas nuevas, de otro color a las actuales y si es posible sacar las viejas.
  3. c) Eliminar aspectos deteriorados de la infraestructura, comenzando por los más viejos y visibles.
  4. d) Entregar remeras nuevas a nuestros profesores.
  5. e) Realizar un evento gratuito, si es a beneficio mejor.
7.-        Informar a todos los clientes nuevos la política de precios y perdirles que firmen un contrato que lo exprese explícitamente. Comunicar verbalmente a nuestros clientes actuales sobres esta política y explicarles los motivos. Nuestro personal deberá estar alineado con este proceso. 8.-        Ejecutar el plan. ¡Funciona! En general, el modelo comercial en esta industria es de membresía de pago recurrente mensual y en efectivo. Esto implica que nuestro servicio es evaluado con frecuencia y que existe, en la mente del consumidor, una permanente comparación entre precio y calidad. Si el cliente la considera apropiada, seguirá en el gimnasio con nosotros. Ocurre que, en estos momentos de crisis económica, muchos emprendedores comentemos el error de pensar que la mayoría de los clientes valora más un precio bajo que una buena calidad de servicio. Si bien algunos lo hacen, los buenos clientes no razonan así. Sin rentabilidad no hay calidad de servicio posible, sin calidad de servicio no hay negocio viable.

La fidelización resulta de la consistencia en el servicio

Un gimnasio con elevados estándares de calidad tiene procesos bien definidos y el esfuerzo de la gestión se basa en que dichos procesos no sufran alteraciones. Uno de los términos más debatidos en el sector del fitness es de la fidelización. Se han escrito artículos, dedicado seminarios enteros y, de un tiempo a esta parte, incluso nos planteamos la incorporación de una nueva función en el organigrama de nuestros gimnasios: la de Fidelity Manager, un directivo responsable de la ardua tarea de mejorar la experiencia del cliente, supervisando la forma en que se presta el servicio e implementando otras acciones en las que el usuario es el protagonista. En diversas ocasiones he leído artículos basados en la misma idea: para obtener un buen ratio de fidelización debemos conocer al cliente, saber qué piensa, qué quiere, qué objetivos tiene y así detectar sus necesidades reales y darles solución. Pero hoy, ya con algunos unos años en la espalda, esa idea me parece algo ingenua y poco acertada. Y todo esto me lleva a plantearme los siguientes interrogantes: ¿Es viable un estudio del cliente de tan grande dimensión? Y, si así fuera; ¿la información que logremos reunir sería fiable y certera? ¿Podremos darle esa solución personalizada siempre, cada día, sin excepciones? ¿Qué recursos deberíamos destinar para recabar esa información? Antes que alguien dude de si estoy siendo constructiva en mi planteo, voy a dejarles otra pregunta pero bajo el supuesto de que tenemos toda esa información del cliente, y con la certeza de que esa información es fiable. Y ahora, ¿cómo conseguimos materializar esa información sobre el cliente en mejores ratios de fidelización? Creo que no es importante en la fidelización conocer al cliente, sino conocernos a nosotros mismos, nuestro modelo de negocio y los procesos que lo facilitan. Tener perfectamente definidos nuestros estándares de calidad. Fijar qué es innegociable y qué es lo permisible. Y, luego claro, ser siempre rigurosos en su cumplimiento. Huyendo de la ambigüedad diría que la fidelización no surge exclusivamente de la experiencia del cliente o de su calidad relacional en el gimnasio, que por supuesto ayuda;  sino de la llamada consistencia del servicio: un gimnasio con elevados estándares de calidad tiene procesos perfectamente bien definidos y el esfuerzo de la gestión se basa, de forma directa o indirecta, en que dichos procesos no sufran alteraciones, cumpliendo punto a punto los estándares de calidad preestablecidos. Cuando un cliente llega a clase y la sala no está limpia, perdemos consistencia en el negocio. Cuando el profesor llega tarde o no tiene su mejor día, perdemos consistencia en el servicio. Cuando se cobra un recibo duplicado al cliente, perdemos consistencia. Cuando el material es insuficiente para la cantidad de socios en una actividad, perdemos consistencia. Cuando el agua de la ducha sale fría, perdemos consistencia. Claro que estos son todos casos “excepcionales”, pero la suma de todas esas excepciones hace que nuestro servicio resulte inconsistente, lo cual produce la lógica insatisfacción de nuestros clientes y afecta nuestros ratios de fidelización. Porque el cliente no perdona, ni lo necesita ni lo desea. Perseguimos la fidelización del cliente haciéndole partícipe de ello, insistiendo en descubrir los intríngulis de sus necesidades y prioridades cuando tan solo es un consumidor que espera recibir de nosotros lo que ha comprado. La llave de la fidelización está en nosotros. Si queremos clientes fieles simplemente esforcémonos por darles la calidad prometida, la que esperan, ni más ni menos. Y evitemos las sorpresas, dejando la calidad de nuestro servicio a merced del azar o de la dinámica de la operación diaria. Seamos impecables en la gestión y en el diseño de los procesos. Rodeémonos de esas personas capaces de generar un buen ambiente de forma innata, esas personas que desprenden alegría y autenticidad. Cualquier acción dirigida a mejorar la experiencia del cliente en el gimnasio es bienvenida y como tal, suma a la fidelización. Sin embargo no es la panacea, no afectará al grueso de los resultados y de ningún modo podrá compensar los daños producidos por un servicio inconsistente. Por supuesto que el cliente es el centro, pero no el centro de nuestra gestión sino del negocio. Nuestra gestión debe centrarse en nuestro negocio, en privilegiar la calidad y será esa calidad la que propiciará de forma natural la fidelización del cliente. Pensando en una gestión eficiente y optimizada creo que hay batallas que no son nuestras pero hay guerras que nos necesitan de verdad. Gestión impecable, modelo de negocio bien definido y profesionalismo al máximo de todo el equipo. Y entonces sí: ¡Bienvenida Fidelización!

Hacia la calidad emocional del servicio

Es esencial aprender el arte de gestionar las emociones que atraviesan sus clientes antes, durante y después de la compra de los servicios que ofrece su empresa. La American Marketing Association define el marketing experiencial como el proceso de creación, comunicación y entrega de valor a los clientes. Otros lo definen como la ciencia y el arte de gestionar las emociones de los clientes asociadas a las interacciones con las compañías, es decir los contactos con el cliente antes, durante y después de la compra. Ya en el año 1973 Philip Kotler anunciaba que la atmósfera y el ambiente de una tienda es una herramienta de marketing, pudiendo crear ciertas emociones en el cliente aumentando la probabilidad de que compre. Es cierto que el diseño forma parte del confort que el cliente experimenta en una instalación deportiva. Eso tiene un gran valor, especialmente en el momento inicial de la compra, ya que al ser el fitness un servicio de repetición, cuando el cliente lleva acudiendo al gimnasio varios días, se reduce su capacidad sensorial y deja de percibir ciertos elementos de diseño o materiales. Al cabo de unos días, ya no los ve y, por lo tanto, dejan de tener valor. Por ese motivo, llamamos sensaciones a lo que definía Kotler. Pero las sensaciones no son experiencias. Una experiencia es algo más duradero, que se repite en el tiempo y que perdura en la memoria. El motivo por el que las experiencias se recuerdan más es porque se basan en las emociones, algo que no consiguen las sensaciones. En eso se basa el marketing experiencial, en ser capaces de generar emociones que perduren y que tanto en el momento de consumir el servicio como posteriormente generen una experiencia o recuerdo positivo que se quiera compartir y, al final, cree una reputación u opinión favorable hacia la empresa. Hoy poner el foco en la experiencia del cliente significa ser capaces de generar emociones suficientemente fuertes como para generar impacto y que éstas perduren. Tal y como apunta la empresa Club Intel, la clave está en la calidad emocional del servicio. Según sus estudios, la mayoría de gimnasios ofrece buena calidad de instalaciones, de productos y de servicios, pero esos tipos de calidades se han convertido en “commodities”. La vía por la que una instalación puede diferenciarse es a través de la calidad emocional. En esta nueva carrera por la calidad emocional o por la experiencia del cliente, hay operadores, a priori, mejor situados que otros. Aquellos que basan su estrategia en la gestión de costos y en precios bajos van a tener más dificultad para lograr ofrecer experiencias emocionales a sus clientes. El motivo es que una empresa muy enfocada en los costos va a tener que alterar su estrategia si quiere mejorar la calidad emocional de su propuesta, ya que para potenciarla es necesario incrementar dichos costos. Para enfocar la empresa hacia la experiencia del cliente hay que actuar en tres niveles. A nivel de procesos, a nivel de personas y a nivel de tecnología. Trabajar en estas áreas permite mejorar la experiencia sin que los costos se disparen en exceso. Estrategias a seguir Algunas de las estrategias a seguir para mejorar la experiencia del cliente son: - Equipo de creación de experiencias: igual que hace años el sector vio que era necesario incrementar los recursos en el área comercial porque la captación de nuevos socios era cada vez más complicada, ahora es necesario poner recursos en el área de las experiencias. Por eso, la creación de un equipo que revise la entrega de valor y momentos de contacto con el cliente puede ayudar a mejorar la calidad emocional del servicio. - Potenciar las relaciones personales: cuando hablamos de emociones, hablamos principalmente de relaciones entre personas. De los clientes entre sí y del personal con los clientes. Potenciar estas relaciones es uno de los retos si se quiere apostar por una buena experiencia de cliente. - Diseñar el customer jouney o mapa de interacciones: debe construirse desde la perspectiva del cliente, no desde la de la empresa. Este mapa recoge todas las interacciones que se dan entre cliente y empresa y define para cada una de ellas las expectativas del cliente y las emociones que queremos transmitir. - El blueprint o mapa de procesos: en paralelo al mapa de interacciones se diseña el mapa de procesos, que define en cada punto de contacto, las acciones concretas que se hacen desde la empresa para superar las expectativas del cliente y generar las emociones que se han definido. - Definir los momentos de la verdad: dentro de todas las interacciones que se dan entre cliente y empresa, hay algunas que son de especial importancia. Son aquellas en las que la empresa se la juega, es decir, que si se falla ahí, es muy probable que el cliente nos abandone. Los momentos de la verdad deben estar definidos y ser conocidos y cuidados por parte de todos. Estamos recién al inicio de la era de la experiencia del cliente, que se va a ver potenciada por el consumidor millennial y por el crecimiento del modelo boutique. Éste es el momento de poner más recursos en esta área y empezar a trabajar las estrategias que comentamos.

Del fitness tecnológico al fitness de personas

La personalización y la consistencia en el servicio son factores clave en la satisfacción de los clientes. Sepa de qué modo puede la tecnología contribuir con estos aspectos. La cadena de cafeterías Starbucks Coffee tiene en claro su propósito cuando afirma: “Estamos en el negocio de las personas, sirviendo café”. Esta declaración de intenciones está detrás de todos sus procesos y decisiones. Además de café, ofrecen una experiencia que se apoya en un trato personalizado y amable, en un local acogedor y con música cuidada para que sus cafeterías sean un punto de encuentro con familia y amigos o un momento de relajación en el día. Y no les ha ido mal: tienen 17 mil locales en 50 países. Otro ejemplo de aproximación a las personas es el de Zara (tiendas de indumentaria y accesorios de origen español), que en sus procesos de selección, contrata al personal de sus tiendas basándose en un criterio fundamental, que ellos llaman el “coeficiente de optimismo”. Tienen en claro que la gente que trabaja de cara al público debe ser alegre, de sonrisa fácil, optimista, porque en el negocio de las personas esos son aspectos es muy importantes. Y tampoco le ha ido mal a Zara,  tiene 1.800 tiendas en 87 países. El fitness también debería ser un negocio de personas. Estamos en el negocio de las personas, sirviendo fitness. Este cambio de mentalidad debe inculcarse a todo el personal del gimnasio, y muy especialmente al personal técnico, mucho del cual sigue pensando que su negocio es el fitness, y no las personas. Y es lógico que sea así, ya que durante años se han formado en aspectos técnicos del ejercicio, y prácticamente ninguno de ellos tiene formación en gestión de personas, trato al cliente, coaching, etc. Este cambio de mentalidad en el gimnasio tiene que ir acompañado de cambios en el lenguaje que utilizamos. Tenemos que dejar de llamar “técnicos de fitness” a los instructores y comenzar a llamarles “asesores”. Porque, una vez más, tenemos que poner el foco en las personas y no solo en la actividad. Para lograr este cambio, en la actualidad, tenemos un elemento que nos puede ser de gran ayuda: la tecnología. Muchos gimnasios, pero especialmente los instructores (asesores), ven a la tecnología como algo negativo, que les resta importancia. Esto es así especialmente con el fitness virtual que se está empezando a introducir en gimnasios de todo el mundo. Esta visión negativa hacia la tecnología nace del miedo al cambio. Pero sepan algo: el avance tecnológico no va a detenerse y ganará aún más fuerza en los próximos años. En un futuro no muy lejano, no pensaremos al fitness virtual como una pantalla de televisión o un videowall como los que hay ahora. Será un holograma en tres dimensiones o un robot, con apariencia humana, que además podrá reconocer al cliente, tratarle por su nombre e interactuar con él. De hecho, esta tecnología ya existe, pero de momento es demasiado cara, tal como lo eran las computadoras cuando surgieron. Hace pocas semanas leí un artículo que aseguraba que “en dos décadas, los robots con inteligencia artificial y capacidades emocionales y sociales estarán presentes en nuestras casas como ahora están las aspiradoras o la máquina de cortar el césped”. En España ya se fabrica el robot Aisoy, capaz de mostrar emociones y empatía con las personas. Está diseñado para que mantenga conversaciones fluidas con individuos y con máquinas. No podemos frenar el avance tecnológico, pero sí usarlo a nuestro favor. Tenemos que cambiar la forma en la que dictamos las colectivas, por si no la tecnología acabará ocupando el lugar de los instructores. La tecnología tiene dos grandes ventajas sobre el instructor: es mucho más barata y es mucho más consistente. Cuando presionas el botón “on”, ya sabes lo que va a suceder. En cambio, las personas somos muy inconsistentes, tenemos días buenos y días malos, y eso es negativo en empresas de servicios. La mejor forma de aprovechar la tecnología en las clases colectivas, es introducir sin miedo el fitness virtual, para que la clase la de una máquina, pero con el instructor allí presente ocupándose de su función principal: estar para la gente, dedicarse al negocio de las personas. Debe ser un animador de la sesión, motivar, corregir, mirar a los ojos, tocar y dar feedback individualizado, ayudar a los más inexpertos, etc. De este modo, la tecnología dicta la clase y el instructor (asesor) gestiona a las personas, las motiva y las ayuda, para que su experiencia sea excelente. Se acabó lo de pagar a un instructor para que entrene; se acabó la época de subirlo a una bicicleta o a una tarima, durante toda la clase, sin que se acerque a las personas; se acabó que los socios vengan durante meses a una clase y el instructor no se relacione personalmente con ellos ni sepa sus nombres; se acabó el darle más importancia al fitness que a las personas. Recientemente he vivido algunas experiencias de este tipo, con excelentes valoraciones. Participé de una sesión en la que se proyectaba la clase (en inglés) y el asesor iba moviéndose por la sala, hablando con cada cliente. Al entrar, antes de que empezara la clase, el instructor vino a presentarse y me pidió el nombre. Lo hizo porque sabía que durante la sesión debería interactuar conmigo y habiéndose presentado antes le resultaría más fácil hacerlo. Y esto salió de él, nadie le obligó a hacerlo. Durante el resto de la clase, estuvo frente a mí en varias ocasiones, me animó y motivó, me corrigió algunos ejercicios, me frenó cuando iba demasiado fuerte. En definitiva, convirtió una sesión genérica en una personalizada. Si el mismo instructor hubiera tenido que impartir la clase, no habría podido estar para mí de esa manera. Cuando acabó la clase, me quedé hablando con él un buen rato. Estaba encantado y remarcaba algunas de las ventajas: “Mi relación con la gente ha mejorado, me siguen a cualquier actividad que les propongo, no me canso y puedo dar más clases, si alguien me tiene que sustituir es mucho más fácil, y lo mejor de todo, el instructor que sale en el video, ahora trabaja para mí, y los clientes no lo valoran a él, sino a mí”. Normalmente, veo en gimnasios, con demasiada frecuencia, a “instructores/persona” funcionando como “instructores/máquina”. Asisto a clases en las que el instructor no se da cuenta de que soy nuevo, no me mira a los ojos, no me corrige, no me motiva y no me transmite pasión. Imparte una clase técnicamente perfecta, él ha hecho un buen entrenamiento pero yo me he sentido totalmente indiferente. Sabemos que la personalización y la consistencia en el servicio son factores clave en la satisfacción de los clientes. El sector del fitness necesita hacer una apuesta firme por estos dos aspectos, y la tecnología nos brinda una gran oportunidad si somos capaces de aprovecharla a nuestro favor y de poner el foco más en las personas que en el fitness.