Los relojes inteligentes pueden ayudar a controlar la diabetes

Los relojes inteligentes podrían ayudar a controlar la diabetes

El uso de relojes inteligentes podría tener un impacto significativo en la salud de las personas con diabetes tipo 2 (DT2), ayudándolas a mantener su condición bajo control a través del ejercicio, según una investigación. El estudio, publicado en el British Medical Journal Open , destaca mejoras en los niveles de tecnología de azúcar en sangre y la presión arterial sistólica entre los participantes que utilizan esta.

La investigación, en la que participó la Universidad de Exeter, involucró a 125 adultos de entre 40 y 75 años diagnosticados con DT2 en los últimos dos años. Los participantes siguieron el programa de ejercicios MOTIVATE-T2D desde sus hogares, y algunos de ellos utilizaron relojes inteligentes para registrar su actividad física.

Los hallazgos indican que el uso de dispositivos portátiles junto con un enfoque de asesoramiento personalizado resultó prometedor para fomentar la adherencia al ejercicio. El Dr. Rob Andrews, profesor asociado de diabetes en la Universidad de Exeter, afirma que esta es la primera vez que se obtiene evidencia sólida sobre cómo la tecnología portátil puede ser una herramienta eficaz para aumentar la actividad física en personas con diabetes tipo 2.

Más allá de este estudio, los relojes inteligentes demostraron ser útiles para motivar a los usuarios a mantenerse activos mediante funciones como contadores de pasos, recordatorios de movimiento y desafíos de actividad. Mientras tanto, Apple está trabajando en un sistema de monitoreo de glucosa para su Apple Watch, aunque no se espera que esté listo para los modelos de 2025. En cambio, este año se anticipa la incorporación de un monitoreo de presión arterial, que proporcionará alertas sobre niveles anormales o elevados.

Las enfermedades relacionadas con el estilo de vida están impulsando el COVID-19, según The Lancet

Las enfermedades relacionadas con el estilo de vida están impulsando el COVID-19, según la revista médica británica The Lancet. Esta afirmación la hizo el editor de dicha publicación, Richard Horton, médico y licenciado en Fisiología por la Universidad de Birmingham, quien también dijo que “necesitamos un cambio radical de dirección para enfrentar” este problema.

“Hay dos categorías de enfermedades que interactúan dentro de poblaciones específicas: la infección por el coronavirus (SARS-CoV-2) y una serie de enfermedades no transmisibles (ENT). Estas condiciones se agrupan dentro de los grupos sociales de acuerdo con patrones de desigualdad profundamente arraigados en nuestras sociedades”, remarca Horton.

“Limitar el daño causado por COVID-19 -continúa- exigirá mucha más atención a las ENT y la desigualdad socioeconómica de lo que se ha admitido hasta ahora. El número total de personas que viven con enfermedades crónicas está aumentando: abordar el coronavirus significa abordar la hipertensión, la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y respiratorias crónicas y el cáncer”.

“La suma de estas enfermedades en un contexto de disparidad social y económica exacerba los efectos adversos de cada enfermedad por separado. La naturaleza de la amenaza que enfrentamos significa que se necesita un enfoque más matizado si queremos proteger la salud de nuestras comunidades”, destaca el experto.

Por otra parte, los datos del informe Global Burden of Disease muestran que enfermedades prevenibles como la obesidad, la hipertensión arterial y la diabetes tipo 2 han hecho que el mundo sea más vulnerable al coronavirus. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia global de obesidad casi se triplicó entre 1975 y 2016.

“El aumento de tres décadas en las enfermedades prevenibles ha llevado a una situación en la que los gobiernos y las organizaciones de salud pública deberían reevaluar la forma en que están tratando de abordar la pandemia, ya que han adoptado un enfoque demasiado estrecho cuando se trata de manejar este brote del SARS-CoV-2”, concluye Horton.

El coronavirus puede provocar pérdida de masa muscular y sarcopenia, según un estudio estadounidense

El coronavirus puede provocar pérdida de masa muscular y sarcopenia, según un estudio publicado en Journal of Cachexia, Sarcopenia and Muscle. Además, los investigadores aseguran en este reporte el COVID-19 podría causar un sindrome metabólico complejo llamado caquexia.

“La sarcopenia se define como la función muscular disminuida en presencia de pérdida muscular. La sarcopenia primaria está relacionada con la edad, mientras que la sarcopenia secundaria es provocada por una enfermedad crónica como la diabetes. En las personas mayores, la cuarentena disminuyó su actividad física diaria, lo cual aceleró la pérdida de fuerza y función muscular”, dicen los científicos.

“Por otro lado, las personas con COVID-19 diagnosticado también reportaron 2 o 3 semanas de función muscular disminuida, lo que resulta en una sarcopenia secundaria. Después de tener coronavirus, varias personas tienen daño pulmonar con hipoxemia, y esto en un extremo conduce a la pérdida de masa muscular y discapacidad física”, añaden.

Los autores de la investigación revelaron que el COVID-19 también podría generar caquexia. “Es un síndrome metabólico complejo asociado con una enfermedad subyacente y caracterizado por la pérdida de músculo. Sus características clínicas son pérdida de peso, baja albúmina, anorexia, aumento de la degradación de las proteínas musculares e inflamación”, indican.

“Otra causa de pérdida y debilidad muscular es la inmovilización observada en pacientes con respiración mecánica que están internados en terapia intensiva. Esto, junto con el reposo en cama y la ventilación, puede provocar una sarcopenia grave durante el período de recuperación posterior al COVID-19”, remarcan los autores del estudio.

“La caquexia y la sarcopenia –continúan explicando- son las principales causas de mortalidad y discapacidad. Las personas que sobreviven a la caquexia a menudo requieren largos períodos de rehabilitación. De manera similar, quienes tienen sarcopenia suelen requerir ejercicio físico de por vida y terapia nutricional. Por eso, necesitamos poner foco en la rehabilitación durante la fase de recuperación de COVID-19”.

“Las personas que están aisladas deben recibir recomendaciones para hacer ejercicios diarios. Existe evidencia de que la gente hospitalizada obtiene mejores resultados si recibe terapia con ejercicios durante la hospitalización, y que las personas con COVID-19 grave necesitan una terapia de ejercicio prolongada para prevenir o revertir la discapacidad”, concluyen.

El estudio fue llevado a cabo por John E. Morley -investigador de la división de Medicina Geriátrica de la St. Louis University School of Medicine-, Kamyar Kalantar-Zadeh -científico de la división de Nefrología de la Universidad de California- y por Stefan D. Anker, especialista del departamento de Cardiología de la Charité Universitätsmedizin de Berlín.

En Bogotá, los gimnasios esperan su reapertura total el 21 de septiembre

En Bogotá, Colombia, los gimnasios esperan a reabrir totalmente el 21 de septiembre. En el resto de este país- en ciudades como Cali, Cúcuta y Armenia-, las reaperturas de clubes deportivos y gimnasios comenzó el 1 de septiembre de manera gradual. Los gimnasios en Colombia estuvieron cerrados desde el 16 de marzo.

“Hay estudios que muestran cómo en Colombia creció el índice de masa corporal por estar mucho tiempo en cuarentena. La gente necesita tener actividad y por esa razón hemos abierto la puerta a hacer pruebas piloto ¿Esto qué implica? Fundamentalmente, actividades en las que se guarde la distancia social”, afirma Fernando Ruiz, ministro de Salud de Colombia.

“Los gimnasios van a tener que ubicar espacios y dejar inhabilitadas, como en otros sectores, máquinas donde no se pueda hacer actividad. Los aforos van a ser limitados y podrá entrenarse bajo unas condiciones de limpieza y supervisión del uso adecuado de barbijos y del lavado de manos. No se habilitarán duchas ni vestuarios tampoco”, añade Ruiz.

Por otra parte, otras medidas que contempla el protocolo de bioseguridad aprobado por el Ministerio de Salud son la desinfección de calzado y la toma de temperatura corporal al ingresar a los centros de fitness, una declaración jurada de cada cliente y el lavado de manos cada vez que los socios cambien de zona de entrenamiento y antes de que inicien una rutina.

A su vez, el ministro Ruiz remarcó que los gimnasios no deben permitir el ingreso a personas con enfermedades de riesgo como problemas cardiovasculares, asma, EPOC, obesidad, diabetes, cáncer, tabaquismo o con síntomas respiratorios. Por otro lado, solo se podrá trabajar por turnos que tengan una duración máxima de una hora.

“Es importante que volvamos a operar para aportar a la salud mental y física de las personas, y para poder dar inicio a la etapa de salvamento de nuestras empresas. Esperamos llegar a generar un impacto positivo en los socios para que regresen masivamente y podamos volver rápidamente a ser compañías viables”, dice Oscar Giraldo, dueño de AFE Gym.

En junio, los argentinos redujeron la cantidad de actividad física que realizan en un 51,9%, según Fitbit

El número de pasos realizados por los argentinos durante junio pasado disminuyó un 51,9% respecto del mismo mes del año anterior, según un estudio realizado por la compañía norteamericana Fitbit. Ese porcentaje sitúa a la Argentina en el quinto puesto de los países que menos actividad física registraron. Estos datos se desprenden de un estudio de alcance mundial publicado el 25 de junio por Fitbit. Del mismo participaron 4 millones de usuarios de esta pulsera, que es capaz monitorear diferentes parámetros de la actividad física. Esta empresa estadounidense se dedica a la tecnología wearable desde 2007 y en 2019 fue adquirida por Google. El relevamiento también señala que los países que registraron una mayor caída durante la pandemia en los niveles de actividad física fueron: Turquía (98,9%), Argelia (95,6), Rumania (87,7%), y México (79,7%). Mientras que los que tuvieron una caída más leve fueron: Egipto (6.2%), Estados Unidos (5,2%) y Arabia Saudita (3,2%). En cuanto a la edad, la encuesta reveló que los jóvenes de entre 18 y 29 años fueron los que menos se ejercitaron. Con estos resultados, “se teme que haya una merma en los niveles de acondicionamiento físico de la población luego de la pandemia, seguida de un aumento de enfermedades crónicas como la obesidad y los problemas cardíacos”. Por otro lado, varios países han informado que las medidas de aislamiento han llevado a un incremento en el peso de la población. Este es el caso, por ejemplo, de Brasil donde una encuesta de la Universidad Federal de Minas Gerais mostró que casi cuatro de cada diez personas aumentaron de peso durante la pandemia. México es otro de los países cuyos números preocupan, ya que en el estudio de Fitbit ocupa el cuarto lugar en el ranking de mayor caída en niveles de actividad física. Además, es el tercero con más muertes por COVID-19, y más del 70% de los fallecidos tenía como condiciones preexistentes hipertensión, diabetes u obesidad. Por otro lado, el informe mostró que, incluso los países que no tuvieron un aislamiento total registraron una merma en el nivel de actividad. Tal es el caso de Japón, que registró una caída del 11% en junio respecto al mismo mes de 2019. Esto indica, según Fitbit, que la población no se sentía lo suficientemente segura para mantener su rutina. “Es posible que tengamos otras etapas de aislamiento que pueden llevar a periodos prolongados de poca actividad física. Esto podría aumentar el tamaño de la población más vulnerable a las complicaciones graves del COVID-19”, comenta Nina Rogers, epidemióloga del University College London del Reino Unido.

Una investigación de la Universidad de San Pablo alerta por la inactividad física causada por la cuarentena

Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (USP), Brasil, publicaron un estudio en el American Journal of Physiology en el que se advierte por los efectos que puede generar la inactividad física. “El sedentarismo puede contribuir al deterioro de la salud cardiovascular incluso en períodos cortos de tiempo”, afirma la investigación.

“Una persona necesita entrenar al menos 150 minutos en ritmo que vaya de moderada a intensa por semana para ser considerada activa, de acuerdo con las pautas de la Organización Mundial de la Salud y las sociedades médicas. La actividad física realizada en el hogar parece una alternativa interesante para esto”, dice Tiago Peçanha, primer autor del estudio.

Algunos de los experimentos realizados en el marco de la investigación mostraron, por ejemplo, que mantener a una persona en cama durante 24 horas puede inducir a una atrofia cardíaca y a una reducción significativa en el calibre de los vasos sanguíneos durante una y cuatro semanas.

También en el estudio se realizaron pruebas en los que voluntarios se mantuvieron sentados continuamente durante períodos de tres a seis horas. El tiempo de inactividad fue suficiente para promover los cambios vasculares, el aumento de los marcadores de inflamación y el índice glucémico posterior a la alimentación.

“Estos primeros cambios observados en los estudios son funcionales, es decir, el corazón y los vasos sanguíneos de voluntarios sanos comenzaron a funcionar de manera diferente en respuesta a la inactividad física. Sin embargo, si la situación continúa, la tendencia es que se conviertan en cambios estructurales, más difíciles de revertir”, explica Peçanha.

Según los investigadores, si las personas sanas pueden sufrir las consecuencias por no ejercitarse, el impacto de la inactividad física prolongada puede ser más perjudicial para las personas con enfermedades cardiovasculares y otras afecciones de salud crónicas, como diabetes, hipertensión, obesidad y cáncer.

En el caso de los ancianos, también puede agravarse la pérdida generalizada de masa muscular -una condición conocida como sarcopenia- y aumentar el riesgo de caídas, fracturas y otros traumas físicos. “La gente más vulnerable a los efectos del sedentarismo también forma parte del grupo de riesgo COVID-19 y, por lo tanto, deberán protegerse en casa”, dice Peçanha.

“Idealmente, deberían encontrar estrategias para mantenerse activos, ya sea haciendo tareas domésticas, caminando al jardín, subiendo escaleras, jugando con sus hijos o bailando en la sala de estar. La evidencia científica indica que hacer ejercicio en el hogar es seguro y efectivo para controlar la presión, la composición corporal, la calidad de vida y el sueño” agrega el autor.

El ejercicio ayuda a prevenir el deterioro cognitivo en diabéticos

Un estudio realizado por el doctor y profesor de endocrinología, Raúl Pisabarro, demostró que el ejercicio físico en pacientes diagnosticados hace menos de 10 años con diabetes tipo (más…)